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les concedo en mi Templo y mi ciudad
un apellido memorable,
mejor que hijos e hijas;
les daré un renombre perpetuo,
que nadie podrá destruir.
A los extranjeros entregados al Señor,
que le rinden culto y aman su nombre,
que quieren entregarse a su servicio,
que observan el sábado sin profanarlo,
que se aferran con fuerza a mi alianza,
los traeré a mi monte santo,
tomarán parte en las fiestas
celebradas en mi casa de oración.
Sus holocaustos y sus sacrificios
serán bien recibidos en mi altar,
pues mi Templo es casa de oración,
así lo llamarán todos los pueblos.

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